La ciencia en América Latina
Los formatos participativos estipulados en el acuerdo pretenden ser un medio para la prevención de conflictos y la defensa de los derechos humanos fundamentales, como los que ya figuran en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT; forma abreviada: OIT 169) para la protección de los pueblos indígenas. Su objetivo es establecer normas mínimas regionales. Todos los países deben aceptar las normas formuladas para garantizar el ejercicio de los derechos mencionados. Los Estados deben cumplir las normas aplicando medidas para mejorar sus instituciones nacionales; también deben crear mecanismos para gestionar la información y optimizar los procedimientos de toma de decisiones que incluyan enfoques interculturales y de género. En particular, los firmantes se comprometen a prevenir los daños medioambientales y a garantizar el respeto de los derechos medioambientales. Esto incluye a las empresas: las empresas públicas y privadas (especialmente las grandes) deben elaborar informes de sostenibilidad para dar a conocer su historial social y ecológico.
El desarrollo económico de América Latina y sus principales problemas
Este año la pandemia ha desencadenado no sólo importantes cambios puntuales en América Latina, transformando las dinámicas políticas e institucionales, sino que también ha agravado la magnitud de los problemas estructurales que ya aquejaban a algunos de los sistemas democráticos latinoamericanos, que emiten nuevas y alarmantes señales de debilidad e incluso de crisis.
El primer caso de SARS-CoV-2 en América Latina se anunció oficialmente en Brasil el 26 de febrero de 2020. Comenzó así un año que ha acelerado tendencias, la mayoría de ellas anteriores a la pandemia, y ha exacerbado la magnitud de muchas de las carencias existentes, que han adquirido aún mayor importancia y urgencia. Un año después, previsiblemente, América Latina no sólo ha salido fortalecida de sus penurias, sino que ha visto acentuadas sus debilidades en todos los ámbitos: desde el político-institucional hasta el económico-social, pasando por el de la integración, que una vez más ha mostrado sus fallas, limitaciones e ineficiencias.
Historia económica de América Latina
“Estados Unidos se centra en las zonas donde hay problemas. Como Oriente Medio. No invierte mucho tiempo en América Latina porque es como un buen perro que está durmiendo en la alfombra que no causa ningún problema.” Pedro Pablo Kuczynski, 2017, en la Universidad de Princeton.
Hasta hace unos años, se pensaba que América Latina representada por gobiernos progresistas iba en contra del proceso de radicalización del neoliberalismo que ahora atraviesa Europa y Estados Unidos, con sus consecuencias de aumento de la desigualdad, xenofobia y antiglobalización. Sin embargo, los vientos ideológicos cambian en la región. El fin del ciclo progresista, al menos tal y como lo conocíamos, es ya un hecho definitivo en términos de gobierno, alianzas regionales y clima de época.
El fin del ciclo trajo consigo el declive del progresismo como lengua franca. Los elementos modulares que distinguieron este lenguaje común fueron el cuestionamiento del neoliberalismo, característico de los años 90; un discurso igualitario que apuntaba a la inclusión social, especialmente a través de programas sociales y el impulso del consumo; la implementación de políticas económicas heterodoxas; y, finalmente, la aspiración a construir un escenario latinoamericano, todo ello necesario para elaborar la integración regional. Sin duda, la consolidación de una hegemonía política progresista asociada a estos cuatro elementos modulares estuvo vinculada al auge de los precios internacionales de las materias primas.
Prebisch 1950
La situación actual de América Latina se debe a un complejo conjunto de crisis sociales, económicas y políticas interrelacionadas, que se han visto magnificadas por la llegada de la pandemia de coronavirus y una creciente ola de aislacionismo y “antiglobalización”. Estas crisis abarcan desde la polarización interna y los problemas económicos, hasta las divergencias ideológicas, las rivalidades personales entre los líderes de la región y la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China, y todas ellas están dificultando la gobernanza regional y afectando negativamente a las perspectivas de cooperación.
Los gobiernos latinoamericanos necesitan urgentemente trabajar juntos para abordar los múltiples retos a los que se enfrentan, ya que los acontecimientos de las últimas décadas han demostrado que, a menos que se encuentren mejores mecanismos regionales, los retos nacionales y transnacionales -desde el crimen organizado y la degradación medioambiental hasta la migración y el anémico crecimiento económico- serán aún más difíciles de abordar, con consecuencias potencialmente devastadoras a largo plazo. Sin embargo, a pesar de lo mucho que está en juego, los mecanismos tradicionales de gobernanza regional parecen paralizados, sin capacidad siquiera para debatir la insostenible situación actual, y mucho menos para abordarla. La opinión generalizada es que la cooperación regional en América Latina es prácticamente inexistente porque sus jefes de Estado tienen diferencias ideológicas insalvables y porque las instituciones diplomáticas dominantes en la región no han cumplido su cometido.