Cómo era la vida en 1600
Los ingleses medievales consideraban que su economía estaba formada por tres grupos: el clero, que rezaba; los caballeros, que luchaban; y los campesinos, que trabajaban en las ciudades de la tierra y participaban en el comercio internacional[1]. Durante los cinco siglos de la Edad Media, la economía inglesa crecería primero y sufriría después una aguda crisis, que daría lugar a importantes cambios políticos y económicos. A pesar de la dislocación económica en las economías urbanas y extractivas, incluyendo los cambios en los poseedores de la riqueza y la localización de estas economías, la producción económica de las ciudades y las minas se desarrolló e intensificó a lo largo del período[2] Al final del período, Inglaterra tenía un gobierno débil, según los estándares posteriores, que supervisaba una economía dominada por las granjas alquiladas controladas por la alta burguesía, y una próspera comunidad de comerciantes y corporaciones inglesas autóctonas[3].
Los siglos XII y XIII fueron testigos de un enorme desarrollo de la economía inglesa[4], impulsado en parte por el crecimiento de la población, que pasó de alrededor de un millón y medio de habitantes en el momento de la creación del Libro de Domesday en 1086 a entre 4 y 5 millones en 1300[4]. Inglaterra siguió siendo una economía principalmente agrícola, con los derechos de los grandes terratenientes y los deberes de los siervos cada vez más consagrados en la legislación inglesa[5]. Se pusieron en producción más tierras, muchas de ellas a expensas de los bosques reales, para alimentar a la creciente población o producir lana para su exportación a Europa[5]. [Los descendientes de los financieros judíos que habían llegado a Inglaterra con Guillermo el Conquistador desempeñaron un papel importante en el crecimiento de la economía, junto con las nuevas órdenes religiosas cistercienses y agustinas, que se convirtieron en protagonistas del comercio de la lana en el norte[7].
Historia de la población europea
La historia económica del Reino Unido relata el desarrollo económico del Estado británico desde la absorción de Gales en el Reino de Inglaterra después de 1535 hasta el moderno Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte de principios del siglo XXI.
Escocia, Inglaterra y Gales compartieron un monarca a partir de 1601, pero sus economías se gestionaron por separado hasta que se unificaron en el Acta de Unión de 1707[2] Irlanda se incorporó a la economía del Reino Unido entre 1800 y 1922; a partir de 1922 el Estado Libre de Irlanda (la moderna República de Irlanda) se independizó y estableció su propia política económica.
Entre 1870 y 1900, la producción económica per cápita del Reino Unido aumentó un 50% (de unas 28 libras per cápita a 41 libras en 1900: un aumento medio anual de los ingresos reales del 1% anual), crecimiento que se asoció a una importante subida del nivel de vida[4]. Sin embargo, y a pesar de este importante crecimiento económico, algunos historiadores económicos han sugerido que Gran Bretaña experimentó un relativo declive económico en el último tercio del siglo XIX, ya que la expansión industrial se produjo en Estados Unidos y Alemania. En 1870, la producción per cápita británica era la segunda más alta del mundo, sólo superada por Australia. En 1914, la renta per cápita británica era la tercera más alta del mundo, sólo superada por Nueva Zelanda y Australia; estos tres países compartían un patrimonio económico, social y cultural común. En 1950, la producción per cápita británica seguía siendo un 30% superior a la media de los seis miembros fundadores de la CEE, pero en 20 años había sido superada por la mayoría de las economías de Europa occidental[5][6].
Inglaterra del siglo XVI
En este doctorado estudiaré la influencia de la mezzadria en el desarrollo económico y la desigualdad en algunas zonas de la Toscana. La mezzadria se extendió con fuerza en un contexto geográfico y socioeconómico muy peculiar. En efecto, la Toscana, con Florencia y su hinterland y con ciudades como Siena, Lucca, Pisa, Arezzo, Pistoia, fue, junto con Flandes, el área económica central de Europa en la Baja Edad Media. El sistema se desarrolló antes de los choques demográficos de la Baja Edad Media y siguió desarrollándose durante el declive de la economía florentina en los siglos XV-XVI.
Un nuevo estudio sobre la Toscana de la Alta Edad Media puede suponer una fructífera contribución a los debates históricos y económicos sobre las diferencias en la durabilidad del crecimiento entre regiones y naciones. En efecto, ¿por qué una de las economías de mercado más exitosas de la Europa bajomedieval no se desarrolló más en la Edad Moderna? ¿Por qué aquí no se produjo una revolución industrial, industrial o agrícola durante el periodo del Renacimiento florentino? ¿En qué medida la economía rural de la zona de estudio dependía de la trayectoria entre los siglos XII y XVI? Se prestará especial atención a la relación entre el desarrollo/estancamiento económico de la mezzadria toscana y la evolución de la desigualdad, término que se desarrollará a continuación.
Inventos del siglo XVI
Los puertos son los vehículos por excelencia para las transacciones. Desde tiempos inmemoriales, los puertos han sido puertas para el intercambio de mercancías, personas e ideas. Estos intercambios han determinado la relevancia que ciertas zonas han alcanzado en la historia del mundo al enmarcar los contactos globales más allá de los estrechos muros urbanos de una determinada ciudad. Aunque los puertos de la Baja Edad Media y el Renacimiento se situaban en la cuenca mediterránea, la expansión europea hacia ultramar y la competencia local desplazaron la preeminencia de los puertos europeos al eje atlántico, donde las ciudades del noroeste de Europa asumieron la mayor parte del papel económico, social, político y cultural central de las grandes metrópolis, permaneciendo como importantes puntos nodales de las interacciones globales hasta nuestros días.
Desde tiempos inmemoriales, el mar ha sido un nexo de unión entre estados, y los puertos han sido puentes de conexión entre diferentes pueblos y culturas.1 Los puertos no sólo acercaban a las comunidades, sino que también tenían funciones particulares inherentes a su posición como enlaces con el mar y como conexiones entre diferentes poderes políticos y civilizaciones. Este artículo partirá de la definición de tres conceptos centrales a la hora de considerar los puertos como objeto de estudio histórico, a saber, “puertos”, “hinterlands” y “regiones”. Estos tres conceptos dibujan el marco en el que los historiadores han considerado hasta ahora los puertos, su influencia y su papel en la historia.