¿Qué es un deporte competitivo?

¿Son buenos los deportes de competición?

No creo que la competición sea buena o mala. Simplemente lo es. Más bien es la forma en que pensamos en ella y la afrontamos lo que la hace buena o mala. Lo mucho que destacamos la importancia de la misma que le da un espacio mayor en nuestras vidas del que merece. Y, cuando lo colocamos como el objetivo más importante del deporte juvenil, entonces la competición es tóxica.

Tampoco me adhiero a la creencia de que la competición prepara a los niños para experimentar el “mundo real”. Según mi experiencia, la competición no es tan frecuente en el mundo “real” como la gente cree que es. El éxito no es un juego de suma cero. Hay mucho espacio para que más de una persona, producto o empresa sea considerada exitosa y la verdad es que lo “mejor” es a menudo más subjetivo que objetivo. Por último, el tipo de competencia más útil que he experimentado en mi vida es la competencia que tengo dentro de mí para ser la mejor versión de mí mismo que pueda ser.

Por supuesto, muchos de estos 15 beneficios también pueden conseguirse por otros medios, como los deportes no competitivos, las artes o las actividades religiosas.    Sin embargo, no me cabe duda de que, cuando se hace con un propósito y de una manera apropiada para el desarrollo que pone las necesidades de los niños muy por delante de ganar, los deportes de competición pueden y deben ser una gran experiencia para los niños

Ejemplos de deportes no competitivos

Los clubes y organizaciones deportivas despiertan lealtad y pasión como ninguna otra industria. Crean comunidades, dividen familias y generan debates a miles de kilómetros del terreno de juego con aficionados de todo el mundo.

Hay pocos momentos en la vida de un aficionado al deporte que sean tan eufóricos como ver a su equipo favorito o a su héroe ganar a lo grande; sólo hay que preguntar a los aficionados al fútbol del Leicester City, cuya celebración en 2016 de un triunfo decisivo en el último minuto provocó un “terremoto” de 0,3 grados en la escala de Richter.

La tecnología digital ofrece a las organizaciones deportivas la posibilidad de mejorar su compromiso con los aficionados, tanto nuevos como existentes, y de rentabilizar las crecientes audiencias internacionales. Sin embargo, la tecnología también conlleva la amenaza de la disrupción. Muchas fuentes de ingresos tradicionales se ven amenazadas por la aparición de nuevos modelos de derechos y patrocinio que obligan a las organizaciones deportivas a encontrar fuentes de ingresos alternativas. En la batalla por la atención de los consumidores, las organizaciones corren el riesgo de perder la atención de sus rivales.

A medida que la industria del deporte entra en una era de rápidos cambios en la que aún se desconoce el estado final, estos cinco principios ayudarán a las organizaciones deportivas a alcanzar el éxito. La clave es crear una organización que pueda comprender y reaccionar ante los nuevos retos con rapidez y flexibilidad. Esto dependerá de la decisión de qué habilidades desea desarrollar y mantener internamente, y cuáles puede obtener de sus socios.

Qué es el deporte no competitivo

En este artículo, presentamos una teoría sobre el desarrollo dinámico de los procesos afectivos, la regulación del afecto y la relación entre las emociones y el rendimiento deportivo. La teoría se centra en cómo surgen y se desarrollan los procesos afectivos durante la participación en el deporte de competición. Basándonos en el modelo de procesos de componentes de Scherer, postulamos seis componentes de la emoción que interactúan entre sí de forma circular: (I) procesos desencadenantes, (II) reacciones fisiológicas, (III) tendencias de acción, (IV) conductas expresivas, (V) experiencia subjetiva y (VI) procesos cognitivos superiores. La teoría hace hincapié en la dinámica de los procesos afectivos y describe las consecuencias para el rendimiento en los deportes de competición. Parte de la base de que hay que tener en cuenta las peculiaridades de los distintos deportes para comprender los procesos afectivos, y ofrece puntos de partida sobre qué estrategias pueden utilizarse para regular eficazmente los estados afectivos. Se derivan y discuten las consecuencias para la investigación y la práctica. Para estudiar el desarrollo de los procesos afectivos, las investigaciones futuras deberían poner a prueba los supuestos en contextos ecológicamente válidos, como competiciones reales o situaciones similares a las de la competición, utilizando medidas de componentes múltiples de las emociones.

Ejemplos de deportes de competición

La competición es una rivalidad en la que dos o más partes se esfuerzan por conseguir un objetivo común que no puede ser compartido: donde la ganancia de uno es la pérdida del otro (un ejemplo de ello es un juego de suma cero)[1] La competición puede surgir entre entidades como organismos, individuos, grupos económicos y sociales, etc. La rivalidad puede ser por la consecución de cualquier objetivo exclusivo, incluido el reconocimiento: (por ejemplo, premios, bienes, compañeros, estatus, prestigio), liderazgo, cuota de mercado, nichos y recursos escasos, o un territorio.

La competencia se da en la naturaleza, entre organismos vivos que coexisten en el mismo entorno. Los animales compiten por el suministro de agua, los alimentos, las parejas y otros recursos biológicos. Los seres humanos suelen competir por la comida y las parejas, aunque cuando estas necesidades están cubiertas suelen surgir profundas rivalidades por la búsqueda de riqueza, poder, prestigio y fama cuando se encuentran en un entorno estático, repetitivo o inmutable. La competencia es un principio fundamental de las economías de mercado y de los negocios, a menudo asociado a la competencia empresarial, ya que las empresas compiten con al menos otra empresa por el mismo grupo de clientes. La competencia dentro de una empresa suele estimularse con el propósito más amplio de conocer y alcanzar una mayor calidad de los servicios o de los productos mejorados que la empresa pueda producir o desarrollar.

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